CABIZBAJOS. Así se retiró el plantel "santo" del estadio Michel Torino de Salta. Foto de Javier Corbalán - Especial para La Gaceta.
¿Qué le pasó a San Martín en Salta? ¿Cómo se explica un partido tan flojo? ¿Dónde quedó aquella solidez que lo distinguía cuando jugaba fuera de casa? Las preguntas se acumulan, una detrás de la otra, con la misma velocidad con la que el equipo de Ariel Martos fue dejando jirones de confianza y juego en la noche salteña. En una actuación para el olvido, el "Santo" cayó 2 a 0 contra Gimnasia y Tiro en el “Gigante del Norte” y dejó expuestas todas las falencias que venían disimulándose gracias a algún buen resultado. Esta vez no hubo redención: fue, quizás, el peor partido de la temporada.
En otros tiempos, las individualidades resolvían lo que el juego colectivo no terminaba de construir. El equipo se sostenía por la solidez de su bloque defensivo, la agresividad en el medio y los destellos de sus delanteros. Pero en Salta nada de eso apareció. El “Santo”, que contó con el apoyo de su gente, fue una sombra de aquel que cerró la primera rueda con la ilusión al tope. Esta vez, todo le salió mal.
La noche empezó torcida y terminó confirmando los peores presagios. Apenas pasaban los 12 minutos del primer tiempo cuando Hernán Zuliani desbordó por izquierda y tiró un centro exacto. Federico Murillo llegó exigido por el segundo palo y no pudo concretar. Poco después, Birge probó desde afuera para el local y el palo salvó a Sand. El “Santo” no lograba asentarse y las señales eran claras.
A los 30, todo el estadio pidió penal por una sujeción de Guillermo Rodríguez a Contín. El árbitro dejó seguir. La jugada final del primer tiempo fue, irónicamente, el primer gol de la noche: Fabricio Rojas ganó en la banda, tiró un centro venenoso y Mauro Osores, en su intento por despejar, terminó metiéndola contra su propio arco.
El regreso de Osores, que había sido de lo mejor en la primera rueda, estuvo lejos de ser auspicioso. Volvía después de una larga inactividad y quedó demostrado que todavía no estaba para los 90 minutos. Inseguro, lento en las coberturas y desfasado en los cruces, representó como pocos el desconcierto colectivo. En general, la defensa mostró grietas por todos lados.
Para colmo, a los 12 del complemento, Renzo Reynaga definió con jerarquía tras un centro perfecto de José Méndez y estiró la ventaja. San Martín, sin rebeldía, sin ideas y sin reacción, quedó al borde del nocaut. La impotencia se volvió tangible minutos después: Gonzalo “Turbo” Rodríguez, que había ingresado hacía poco, fue expulsado por agredir al mismo Méndez. El equipo de Martos quedó con diez y sin respuestas.
El DT movió el banco, cambió nombres y esquemas, pero el daño ya estaba hecho. Ni los ingresos de Franco García, Ulises Vera o el propio “Turbo” pudieron torcer una historia que había nacido torcida. Y mientras Gimnasia perdonaba una contra clarísima en los pies de Aguirre, el reloj se consumía sin atenuantes.
Ante el desafío de levantarse
La derrota duele por la forma, no solo por el resultado. Porque lo que alguna vez fue una de sus fortalezas —jugar bien de visitante— ahora parece un recuerdo borroso. El equipo de Martos tiene que reencontrarse con su identidad, volver a las bases y, sobre todo, recuperar el nivel individual que lo sostenía.
Y deberá hacerlo rápido. Porque en el horizonte asoma un desafío mayúsculo: nada menos que River, por los 16avos de final de la Copa Argentina.





















